sábado, 23 de abril de 2011

ESCONJURADEROS


Los esconjuraderos son pequeñas construcciones de origen medieval típicas del Pirineo, sobre todo del Pirineo aragonés, aunque también se pueden encontrar en algunos valles de Cataluña y el Pirineo francés.

Se construían cerca de la iglesia del pueblo, especialmente de las ermitas, y son edificaciones generalmente cuadradas, aunque las hay también circulares, y en ocasiones tienen una cruz encima de la techumbre o dentro del edificio de piedra, y con cuatro aberturas orientadas a cada uno de los cuatro puntos cardinales.

Los esconjuraderos se usaban para esconjurar o conjurar cualquier tipo de mal que acechara al pueblo y lo mismo servía para un mal de ojo que para una maldición o para alejar a la peste. Pero su principal uso, para lo que se recurría con más frecuencia, era “ahuyentar tormentas”.

En cuanto por lontananza se divisaban negros nubarrones que pudieran traer tormenta, el pueblo entero, con el párroco a la cabeza, se protegían en el esconjuradero y, desde allí, comenzaban a conjurar a la tormenta para que alejara de ellos el temido granizo que arruinaría sus cosechas.

El rito no era muy complicado. Unas plegarias a Santa Bárbara, protectora de las tormentas, una rociada de agua bendita contra las nubes negras por parte del cura y un conjuro en forma de palabras mágicas. Había que tocar todos los palos posibles para evitar que el cielo cayera sobre sus cabezas.

Hoy se conserva una de esas fórmulas que el mosén gritaba en San Vicente: “Boiretas en San Bizien y Labuerda: no apedregaráz cuando lleguéz t’Araguás: ¡zi! ¡zas!”.

¿Y qué hacía el cura celebrando y apoyando un ritual pagano ?. Pues aunque, efectivamente, los orígenes de los esconjuraderos se pierden en el tiempo y se creen anteriores al cristianismo, era una costumbre tan arraigada por la zona que es de suponer que la Iglesia decidió usar la táctica que tan buenos resultados le ha dado siempre: Si no puedes eliminarlo, hazlo tuyo. Y de este modo, tenemos a un cura católico dirigiendo una ceremonia pagana.

A los esconjuraderos hay que ir en día despejado... no porque pongamos en duda su funcionamiento, sino porque normalmente desde su situación podremos ver las vistas más hermosas.

martes, 22 de marzo de 2011

LA ATLÁNTIDA MISTERIOSA


En los últimos días ha saltado la noticia de que los restos de la mítica Atlántida podrían estar bajo las marismas del Coto de Doñana. Un equipo de investigación internacional liderado por un científico estadounidense dice haber dado finalmente con la localización de la ciudad perdida. La legendaria civilización fue destruida por un tsunami hace miles de años y quedó cubierta por bancos de lodo en el sur de España", dijo Freund, de la Universidad de Hartford, Connecticut, que lideró un equipo internacional de búsqueda para dar con la ubicación real de la Atlántida. Para resolver el antiguo misterio, el equipo utilizó una foto de satélite de una supuesta ciudad sumergida para encontrar el sitio justo al norte de Cádiz. Allí, enterrada en las marismas del Parque de Doñana, creen que se asentaba la antigua ciudad de Atlántida, compuesta por varios anillos. A lo largo de los años 2009 y 2010, el equipo de arqueólogos y geólogos utilizó una combinación de radar de profundidad de suelo, cartografía digital, y tecnología submarina para inspeccionar el sitio.

El descubrimiento de Freund en el interior de España de una extraña serie de "ciudades monumento", construidas a imagen de la Atlántida por refugiados después de la probable destrucción de la ciudad por un tsunami, dio a los investigadores una evidencia añadida, dijo. Los residentes de la Atlántida que no perecieron en el tsunami huyeron tierra adentro y se construyeron nuevas ciudades, añadió. Si bien es difícil saber con certeza que el emplazamiento de la Atlántida estaba en España, Freund dijo que el "giro" de su trabajo consistió en encontrar ruinas de ciudades parecidas a la que quedó enterrada en las marismas en la costa sur de España. "Encontramos algo que nadie más ha visto antes, lo que le da credibilidad, sobre todo para la arqueología".

Fue Platón, hacia el 347 a.C. el primero y único que dejó por escrito la existencia del reino de la Atlántida en sus diálogos de Timeo y Critias, cuando hizo una descripción de ella como una isla extensa y llana en cuyo centro había una colina, que a su vez estaba rodeada de tres anillos concéntricos de mar. En la cima de la colina había un templo dedicado a Poseidón y Cleito rodeado por un muro enteramente de oro. A su lado, otro templo de Poseidón estaba hecho de plata. Dos fuentes manaban constantemente agua, una fría y la otra cálida. En el anillo más cercano vivían los más ricos y de alto status de su sociedad, y en el siguiente anillo los plebeyos. Más allá una extensa pradera repleta de aromáticas sustancias, hasta completar una isla “más grande aún que Asia menor y Libia juntas”. Según aquellos escritos, su sociedad se perdió en su propia decadencia y corrupción. Sus gobernantes quisieron expandirse y comenzaron una época de invasiones a las tierras cercanas, e incluso se contó que llegaron a dominar todo el norte de Africa, hasta Egipto. Tal ambición fue castigada por sus dioses con una explosión volcánica que arrojó ceniza y arrasó su civilización, para posteriormente ser destruida por un maremoto que la hundió en apenas 24 horas.

Platón situó aquella tragedia alrededor del 9600 a.C. en un lugar que estaba “más allá de las columnas de Hércules”, muy cerca de las islas Canarias, una vez atravesado el estrecho de Gibraltar. Expertos planean nuevas excavaciones en el sitio donde creen que se encuentra la Atlántida y en la misteriosas "ciudades" a unos 250 kilómetros en el interior de España para estudiar más de cerca las formaciones geológicas y para fechar los restos.

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