domingo, 29 de marzo de 2009

EL MISTERIO DE LA MESA PALENTINA

De igual modo que un manto de oscuridad histórica envuelve los hechos reales que acontecieron allá por 1388 -ni siquiera este año puede fijarse con precisión-, cuando las tropas de Juan de Gante, duque de Lancaster, asediaron la ciudad de Palencia, también una nube de desconocimiento se cierne sobre una de las pocas piezas del ya cerrado Museo del Ejército de Madrid que hace referencia expresa a la capital palentina: la mesa dedicada a la gesta que las mujeres de Palencia protagonizaron frente a las tropas inglesas que pretendían tomar la ciudad en un contexto de luchas por la Corona de Castilla.
.
Se trata de una mesa de nogal, rematada con una gran placa de mármol, en la que se recuerda el privilegio otorgado por el rey Juan I a las mujeres de Palencia por haberse enfrentado a los asediadores ingleses cuando los hombres palentinos se hallaban ausentes, enrolados en las mesnadas reales. En la inscripción se recoge que a las mujeres de Palencia se les concedió el honor de poder adornar sus tocas con los colores oro y rojo, un privilegio sólo reservado a los caballeros.
.
Y aunque la mesa ha podido contemplarse durante años en la Sala de las Heroínas del Museo del Ejército de Madrid, muy pocas referencias se tienen sobre el origen de esta pieza, catalogada con el número 26.625, y en la que se demanda 'loor eterno a las heroínas de Palencia'.
.
El cierre del Museo del Ejército de Madrid, para transformar sus dependencias en un anexo del Museo del Prado, ha supuesto el traslado al Alcázar de Toledo de buena parte de su colección, ya que el nuevo Museo del Ejército se abrirá en la ciudad castellano manchega.
.
Pero la mesa de Palencia no se ha incluido entre las piezas que se trasladarán a Toledo, con lo que su previsible destino era uno de los almacenes del Ministerio de Defensa. Sin embargo, una petición del Ayuntamiento de Palencia puede rescatar esta pieza del olvido a la que estaba condenada y convertirla en uno de los principales puntos de atracción de la Casa Consistorial palentina.
.
El Ayuntamiento de Palencia, ha cursado una solicitud a la dirección del museo, con el fin de que la mesa pueda ser cedida permanentemente a Palencia, con el fin de exhibirla en un lugar privilegiado del Consistorio. Y aunque todavía no hay respuesta oficial, a raíz de las conversaciones mantenidas con el máximo responsable del museo, el alcalde palentino ha mostrado su total confianza en que la pieza pueda ser donada a la ciudad.
.
El interés del equipo de gobierno municipal por esta pieza se despertó después de conocer su existencia a partir de un proyecto cultural que quiere desarrollar el Centro de Iniciativas Turísticas de Palencia, y que incluye una petición al Museo del Ejército para que mesa pueda ser contemplada por los palentinos durante la celebración de unas jornadas de carácter cultural sobre la historia de Palencia.
.
Pero a pesar de este interés por la mesa, apenas puede aportarse algún dato sobre el origen. En la ficha que se conserva en el museo, la única información hasta ahora facilitada por los responsables del Ministerio de Defensa, únicamente se recoge una descripción física de la mesa, de los materiales con los que está construida, con la leyenda que puede leerse y con un apunte que reproduce sus dimensiones reales. Nada más. Ni un dato sobre su origen, sobre su autor, su antigüedad, o sobre el contexto en el que se ordenó su creación, así como el modo en el que fue a parar al museo madrileño.
.
Tampoco los responsables del Centro de Iniciativas Turísticas o el propio alcalde pueden adelantar más datos referidos a la mesa, en la confianza de que desde la dirección del Museo del Ejército puedan desvelar estos misterios en la documentación que acompañe a la mesa, en el momento en que sea cedida a la ciudad de palencia.
.
Ayuda aún más a fomentar la duda sobre la realidad de los acontecimientos que se relatan en la mesa, el hecho de que en la inscripción aparezca fechada en 1380 la concesión por parte del rey Juan I del privilegio de llevar la banda dorada a las mujeres palentinas. Este registro contrasta con la mayor parte de los apuntes históricos existentes, que fijan el desembarco en tierras gallegas de las tropas del duque de Lancaster, para lanzarse a guerrear en Castilla seis años después de la fecha que aparece en la mesa. Estas fuentes estiman que el asedio a Palencia debió producirse en torno a 1387 ó 1388, aunque existen cierto enfrentamiento entre los autores, restando algunos de ellos verosimilitud a la leyenda que recrea la gesta de la mujer palentina frente a las tropas inglesas.


ACTUALIZACIÓN: La Mesa Palentina fué cedida al Ayuntamiento de ésta Ciudad y se encuentra expuesta en uno de sus Salones.

domingo, 22 de marzo de 2009

EL MISTERIO DEL PESO DEL ALMA

¿El alma pesa?… Es una pregunta que aún a día de hoy no se ha obtenido una explicación o razonamiento muy claro. Está comprobado científicamente que el cuerpo antes de morir pesa una cantidad y después de la muerte ha perdido 21 gr. ¿Pero se sabe a que corresponden esos 21 gramos que perdemos después de exhalar nuestro último aliento?.

Según las investigaciones del Doctor Douglas MacDougall y su “teoría del peso del alma” que se remonta a 1927, toda persona pierde 21 gramos en el último minuto de su muerte, lo que según él, equivaldría al alma o espíritu que se ha desligado del cuerpo carnal de la persona.

Su teoría fue basada en experimentos con personas moribundas que fueron pesadas minutos antes de morir y en todas habían perdido la misma cantidad, 21 grs. El Doctor Douglas utilizaba para tal proceso una cama especial muy sensible a las variaciones de peso. Por cierto, dicho artefacto fue construido por él mismo.

Este doctor colocó en ella a seis enfermos terminales, y sobre ella los iba observando y pesando durante los últimos momentos de su vida (antes, durante y después). Y el resultado obtenido fue el mismo en todos los casos, todos perdían 21 gramos justo antes de morir. Incluso experimento con perros pero no obtuvo el mismo resultado de los 21 gramos.

Según la teoría de varios filósofos griegos, solo los humanos poseemos alma, por la capacidad de soñar. Algo, por otra parte, también discutible.

Hay otros científicos que aseguran que esos 21 gramos se deben a que la persona, una vez que ha fallecido, ha exhalado todo el aire que tenia dentro (otros dicen que es a causa de la relajación de los esfínteres). Pero está totalmente descartada ésta teoría, ya que los gases no pesan tanto.

Y sí esto fuese cierto, ¿A dónde irá nuestra alma?, ¿Existirá realmente la reencarnación?… Son tantas preguntas y tan pocas respuestas. Al final siempre nos quedaremos con esa gran duda…


¿Tenemos alma?

domingo, 15 de marzo de 2009

EL VALLE DE LOS CAIDOS - La Verdadera Historia

Antes de la promulgar la Ley de la "Memoria Histórica", quizás hubiese convenido derogar la "Ley del Silencio" que, en perjuicio de todos, vencedores y vencidos, ha regido en torno al Valle de los Caídos. Como nunca se dieron a conocer datos sobre la construcción de la obra, un informe elaborado en 2006 por el socialista maltés Leo Brincat para el Consejo de la Unión Europea «con objeto de que se condene internacionalmente a la dictadura franquista», insistía en cifras que, después de muchas investigaciones, han sido rectificadas.

Por ejemplo, el número de presos políticos que trabajaron en las obras. Según la prensa de la época, a finales de 1943, trabajaban en el valle seiscientos obreros. En el libro que escribió el arquitecto director, don Diego Méndez, se señala que «durante los quince años que duraron los trabajos intervinieron dos mil hombres (y ni todos a la vez, ni todos penados)». O sea que es un error de bulto la cifra dada por TVE, en «Memoria de España», al decir que en las obras intervinieron veinte mil presos políticos.

Los documentos rectifican estos datos del director y elevan la cifra de obreros a 2.643, de los cuales el número de penados no eran ni un diez por ciento: 243. De estos 243 presos, que se habían acogido libremente a la «redención de penas por el trabajo» (seis días de redención por cada uno trabajado) en 1950, nueve años antes de que terminaran las obras, asegura la Fundación Francisco Franco que ya no quedaba en el Valle ni uno solo político; y, curiosamente, sí presos comunes que quisieron beneficiarse de condiciones tan favorables para poder redimir sus penas.

En 1979, con Franco ya desparecido, Francisco Rabal comentó en TV que, en los años cuarenta, el único trabajo que encontró su padre, que era tunelero, fue el de horadar el Risco de la Nava, en cuyo interior se construiría la Basílica. Los Rabal, de ideas comunistas, estaban contratados y ocupaban viviendas que se habían construido para los trabajadores. También con su padre, a quien condenado a muerte se le conmutó la pena y luego se acogió a la redención de pena por trabajo, estuvo viviendo allí Gregorio Peces Barba. A los cuatro meses de permanecer allí toda la familia, el padre del político recibió la libertad condicional y explicó que «no puedo decir que he estado arrancando piedras en el Valle, sería estúpido decir eso; no hubiera sido demasiado útil arrancando piedras… yo estaba trabajando en las oficinas».

No en las oficinas, sino en el dispensario, estuvo otro preso que llegó de los primeros al Valle, en 1940, para redimir pena por trabajo: el doctor Ángel Lausín. Redimida la pena, ya libre, decidió quedarse en el Valle hasta el final de las obras. Su testimonio como médico titular es que «en dieciocho años de obra faraónica hubo sólo catorce muertos». Menos de los que hoy se registran en nuestras carreteras durante un fin de semana.

Se puede hablar de «obra faraónica» puesto que se trata de una de las obras más colosales no sólo del siglo sino de la historia. La Basílica es el mayor templo del mundo con una capacidad de más de veinticuatro mil personas en su nave de trescientos metros de longitud. Fuera, en la plaza, caben otras doscientas mil almas. La cruz no tiene parangón, si a sus ciento cincuenta metros, altura superior a la Torre de Madrid, añadimos su «base» que es el Risco de la Nava, de mil cuatrocientos metros de altitud. Pero el dato más increíble es que por el interior de los brazos de la cruz, un crucero de 46 metros, pueden circular simultáneamente dos automóviles.

En cuanto al costo de una obra de tales proporciones se han barajado cantidades astronómicas, reprochando al régimen de Franco un gasto impropio de un país empobrecido. Las últimas cifras conocidas hablan de que, al cerrarse las cuentas, se habían invertido 1.033 millones de pesetas. Este gasto hace tiempo que fue amortizado con los cuatrocientos mil visitantes anuales que contabiliza el Patrimonio Nacional en éste que es su tercer monumento más visitado, tras el Palacio Real y El Escorial. Por otra parte, los mil millones de pesetas, que si bien entonces hubieran permitido construir tres estadios como el Santiago Bernabeu, hoy son «sólo» seis millones de euros, que es el precio que puede pagar por un jugador cualquier equipo de fútbol español de primera división.

En cuanto al «salario del miedo» en los trabajos forzados, frente a las acusaciones de represión y «esclavitud» que adjudican al franquismo en la obras del Valle los grupos de izquierda y que reclaman recuperar la Memoria Histórica, la derecha presenta documentos con el objeto de demostrar que los presos, además de redimir pena por trabajo, percibieron, al principio, un jornal mínimo de siete pesetas más la comida, que pronto se elevó a diez pesetas diarias, más pluses por trabajo a destajo o por peligrosidad, lo que unido la vivienda y escuela gratuitas les permitió llevar a sus familias a residir en el Valle.

Nos recuerdan que un sueldo de trescientas a cuatrocientas pesetas mensuales, en los años cuarenta y primeros «cincuenta», era lo que cobraba un profesor adjunto en la Universidad. Y el médico del Valle, el ya mencionado Dr. Lausín, superaba las mil pesetas mensuales, como el maestro, don Gonzalo –ex condenado a muerte– mil también; o el practicante, el señor Orejas, que cobraba más de quinientas.

La España de finales de la obra no tenía nada que ver con la de los años cuarenta. Lógico; en l959, cuando se inaugura el Valle de los Caídos, ya lleva tres años funcionando en España la televisión y hay casi un millón de receptores, visita nuestro país y abraza a Franco el vencedor de Hitler, Dwight D. Eisenhower, presidente de los EE.UU., y, en el mes de diciembre, un tren de alta velocidad entonces, el TALGO, une Madrid y Barcelona. Se considera pues un despropósito la cifra de cincuenta céntimos que se ha llegado a publicar como salario que recibían los penados. Cabe pensar que tal insultante cantidad no hubiera sido consentido por los falangistas, como José Antonio Girón, ministro de Trabajo a la edad de veintinueve años, y que emprendió una política social que asustó a la derecha conservadora; ni tampoco por los arquitectos Muguruza o Méndez, autor y director del proyecto, ni por el progresista Juan de Ávalos, el artífice del conjunto escultórico del Valle de los Caídos.

Juan de Ávalos era un republicano de izquierdas, carnet número 5 ó 7 del PSOE de Mérida. Este dato no impidió que Franco le encargara la realización de su empresa predilecta. Ávalos explicaba que él ganó «un concurso para hacer unas estatuas con un equipo donde no había 'esclavos' y que fue una obra hecha con la vergüenza de haber sufrido una guerra increíble entre hermanos y para enterrar a nuestros muertos juntos». El famoso escultor nunca quiso decir la cantidad que cobró por las gigantescas cabezas de los evangelistas que figuran al pie de la Cruz, por las virtudes y por la Piedad, pero hay que pensar que fue bien retribuido.

Tampoco estuvo mal pagado otro escultor, autor del auténtico protagonista del Valle, el Cristo «vasco» que preside el altar mayor de la Basílica. Nos referimos al artista guipuzcoano Julio Beobide. Porque en el Valle, como en «el monte del olvido» de la canción, están clavadas no una sino dos cruces. El generalisimo «pasó» de política en el valle. En realidad las dos cruces del Valle son «vascas». Pedro Muguruza es el «padre» de la del exterior, la de 150 metros, y Beobide de la del interior, la del altar.

En 1940, Franco, siempre previsor –recuerden lo de «atado y bien atado»–, respecto al Valle, lo tenía todo «cortado y bien cortado». Hasta la madera para hacer su pieza favorita: un gran crucifijo que en el altar mayor de la Basílica es lo único que permanece iluminado durante la Consagración, cuando se apagan todas las luces del templo. La madera para hacer la cruz de este Cristo la había elegido el propio Franco en la sierra al ver la forma de la rama de una sabina. La sabina es apreciada por su madera hermosa, fuerte y olorosa, ideal para fabricar violines y castañuelas. Pero ahora venía lo más difícil: tenía que buscar alguien capaz de tallar «el Cristo más importante del siglo XX».

Y el Caudillo volvió a tener lo que le atribuían los moros: «baraka», suerte. Ese mismo verano, al ser invitado a una fiesta que daba el pintor Zuloaga en su casa de Zumaya, descubre en su capilla una figura que le deja deslumbrado. Es, precisamente, el Cristo que siempre había soñado para el altar mayor del Valle. Le pregunta quién es el autor de esta talla que el propio Zuloaga había policromado. Don Ignacio duda si ocultárselo, pero le acaba confesando que es de Beobide, un escultor nacionalista vasco. Zuloaga también engaña, al principio, al escultor diciéndole que un americano se ha interesado por una copia del cristo que había hecho para su capilla. Franco sorprende a Zuloaga cuando le contesta que no le importa cómo piense políticamente el escultor. Además, lo que él quiere es que ese Cristo, en el altar del Valle de los Caídos, sea el símbolo de la conciliación.

En ese momento el Cristo de Beobide empezó a entrar en la leyenda, y a circular en torno a él una curiosa historia. Para salvar la cara al pobre Beobide se contó que Zuloaga, cuando encarga al escultor otro Cristo para un americano, le oculta quién es el cliente, «porque de saber su destino jamás hubiera realizado el trabajo». Una falacia porque Beobide supo pronto para quién y para dónde era el Cristo que le pedía Ignacio Zuloaga. Y la prueba es el talón, por veinte mil pesetas –lo que entonces costaba un buen piso– que se le ingresa en su cuenta bancaria por orden de Franco, según se le comunica en carta de la Jefatura del Estado fechada en el Palacio de Oriente el 23 de Junio de l941, un año después de la visita del general a Zumaya, y donde se le pide «acuse de recibo».

Franco nunca pensó en que le enterraran bajo ese Cristo. A Franco, otra vez la «cara» y la «cruz» del Valle, por culpa de las «broncas» que le organizaban allí los falangistas, ya no le gustaba que le llevaran a Cuelgamuros… «ni vivo, ni muerto». Pero le ocurrió lo de siempre y, a quien nadie se había atrevido a contradecir en vida, no se le respetó su última voluntad. Franco tenía previsto que le enterraran en el Cementerio de El Pardo, donde descansan todos los personajes del Régimen, pero al ver que su muerte estaba próxima, su familia y los altos cargos del Estado, incluido el Príncipe Juan Carlos, deciden que su cuerpo descanse en el Valle de los Caídos. Y es el futuro rey quien ha de solicitar el enterramiento a la comunidad benedictina que rige la Basílica.

Hace poco, la periodista Victoria Prego ha publicado algún dato más que confirma esta realidad: «En los últimos días de la enfermedad del general, Arias Navarro preguntó a su hija Carmen si se le iba a enterrar en el Valle y la respuesta fue 'No'». Y continúa Prego: «Lo que sí consta es que las obras para acondicionar una tumba al otro lado del altar se realizaron a toda prisa, estando ya el dictador irremediablemente enfermo». Y otro dato que aclara definitivamente que Franco no construyó el Valle para que fuera su gran mausoleo: Un oficial de su escolta al que encargaron preparar su tumba en un par de semanas, dijo los problemas que hubo que resolver, incluso de inundación por rotura de cañerías, para hacer una fosa imprevista detrás del altar, ya que en su día sólo se hizo la fosa para enterrar los restos de José Antonio.

Pero dejemos que Victoria sume otro argumento valioso: «Consta también, y hay testimonio de ello, que a comienzos de los 70, Franco envió a su mujer a visitar la cripta de la ermita del cementerio de El Pardo, que está adornada por los mismos artistas que participaron en la decoración del Valle de los Caídos. Y consta que en esa cripta había una urna funeraria con capacidad sobrada para dos cuerpos y que, una vez enterrado Franco en Cuelgamuros, esa urna fue retirada. Y finalmente consta que allí reposan ahora en solitario los restos de su viuda, Carmen Polo».

¿Cuántos restos, además de los de José Antonio y Franco, hay de verdad en el Valle de los Caídos? La cifra, siempre discutida, se ha movido de setenta mil a treinta mil. Pero ya está bien de contar muertos. Que descansen todos en paz bajo las dos cruces: la de fuera, del arquitecto vizcaíno Pedro Muguruza, y la de dentro de la Basílica, del escultor guipuzcoano, Julio Beobide. Vasco era también Carmelo Larrea, el autor de la canción «Dos cruces» donde se decía que «están clavadas dos cruces en el monte del olvido». No estaría mal que también el Valle de los Caídos fuera «el Valle del Olvido». No siempre es bueno recordar y ya es un tópico que «hay que recordar para no repetir».

Nota: Debido a la polémica actualidad he publicado otra vez sobre El Valle de los Caidos en mi Blog de Las Tentaciones. (02/05/2010).

domingo, 8 de marzo de 2009

APOLO XIII - Lo ocurrido sin leyendas

El Apolo 13 fue una misión espacial que tenía como misión alunizar en la región Fra Mauro, pero una explosión a bordo de la nave en su camino a la luna obligó a la tripulación a abortar la misión y orbitar alrededor de la Luna sin lograr su cometido de llevar al quinto y al sexto ser humano a la superficie lunar. Despegó el sábado 11 de abril de 1970 a las 14:13 hora local (UTC –5). A los cinco minutos de vuelo, los astronautas notaron una vibración. El motor central de la segunda etapa se apagó dos minutos antes de lo programado lo que causó que los cuatro cohetes restantes tuvieran que seguir encendidos nueve segundos más que lo planeado para poner al Apolo 13 en órbita. El director de vuelo preguntó si esto interfería gravemente la misión, la respuesta fue negativa. Días antes de la misión, el piloto de apoyo del módulo lunar, Charles Duke inadvertidamente contagió a la tripulación con sarampión. El piloto del módulo de mando Ken Mattingly, resultó no ser inmune y dado el riesgo de desarrollar la enfermedad fue reemplazado por el piloto de apoyo John Swigert.

Pruebas en tierra antes del lanzamiento indicaron la posibilidad de un pobre aislamiento en el tanque de helio de la etapa de descenso del módulo lunar (un parámetro altamente crítico), así que el plan de vuelo se modificó con tres horas de anticipación para poder instalar sensores que proporcionaran lecturas adicionales en la presión. El tanque de oxígeno Nº 2 tenía que haber sido instalado tiempo atrás en el módulo de servicio del Apolo 10, pero fue quitado para una modificación y resultó dañado en el proceso de desmontaje. El tanque fue reparado y probado en fábrica y se instaló en el módulo de mando del Apolo 13, donde se probó nuevamente durante las pruebas de conteo y demostración en el Centro Espacial Kennedy desde el 16 de marzo de 1970.

De los dos tanques, el Nº 1 se comportaba tal y como se esperaba pero el Nº 2 tenía problemas para evaporar el oxígeno líquido con el que se realizaban las pruebas. Tras los informes y estudios correspondientes, se decidió calentar el interior del tanque 2 con una serie de resistencias eléctricas que ya existían en cada tanque para evaporar el oxígeno remanente. La técnica funcionó pero necesitaba 8 horas a 65 Voltios de corriente continua para evaporar el oxígeno. Las operaciones necesarias para llevar a cabo las modificaciones de diseño dañaron severamente los elementos calefactores internos de dicho tanque. En el trayecto a la Luna y pasadas 55 h y 46 min. de la misión, la tripulación terminó una transmisión de televisión en vivo que duró 49 minutos y que mostraba la comodidad con la que se podía vivir en el espacio. Nueve minutos después de haber terminado dicha transmisión, Swigert fue autorizado a agitar los tanques de oxígeno, entonces el tanque Nº 2 explotó causando que el tanque Nº 1 fallara. Las células de combustible que proporcionaban electricidad, agua, oxígeno y luz fallaron mientras los astronautas se encontraban a 320.000 km de distancia de la Tierra (dos tercios del trayecto a la Luna). La explosión dejó al descubierto un lado del módulo de servicio y una estela de restos. El astronauta John Swigert, después de observar una luz de advertencia acompañada de un estallido, fue quien exclamó la famosa frase "Houston, tenemos un problema". La hora: 21:08 del 13 de abril.

Una gran cantidad de luces de advertencia se encendieron en serie indicando la pérdida de dos de las tres fuentes generadoras de energía. Las lecturas de los instrumentos señalaban que un tanque de oxígeno estaba completamente vacío y que el segundo se estaba vaciando. Trece minutos después de la explosión, Lovell observó a través de la ventana de la escotilla que estaba escapando un gas al exterior de la nave, que resultó ser oxígeno, evidencia segura de una catástrofe. Gene Kranz en conjunto con los ingenieros de vuelo realizaron cálculos de energía y solicitaron a los astronautas pasar al módulo lunar. Los astronautas tuvieron que utilizar el módulo lunar como bote salvavidas. Gene Kranz decidió abortar la misión en su objetivo y traer de vuelta a los tripulantes. El módulo lunar estaba diseñado para albergar a dos astronautas durante 45 h, pero se necesitaba albergar a tres durante 90 horas. El oxígeno no era un problema, ya que con el de los tanques del módulo lunar y el de los trajes que se tenían que haber utilizado en los paseos lunares seria más que suficiente, además del oxígeno de las botellas de emergencia para el amerizaje. El módulo de servicio aún seguía perdiendo energía y oxígeno remanente aunque pudo ser frenado casi estando vacío. La capacidad energética de la nave estaba en punto crítico y se tuvieron que apagar la mayoría de los sistemas de navegación.

El verdadero problema era la energía. Las baterías del módulo lunar no tenían la suficiente capacidad como para proveer la energía requerida. Esa fue una de las tareas principales de los ingenieros para poder proveer de energía a ambas naves. Para ello se ahorró energía apagando todos los sistemas eléctricos que no fueran críticos, reduciendo el consumo a un quinto de lo normal e intentando que en el momento de la reentrada de los astronautas a la atmósfera terrestre conservaran como medida de seguridad un 20% de la energía total disponible. El agua era el otro problema importante, se estimaba que se quedarían sin agua cinco horas antes de la reentrada a la Tierra. Gracias a los datos obtenidos del Apolo 8 se dedujo que los mecanismos podrían seguir funcionando en el espacio por un período adicional de 7 u 8 horas sin agua para su refrigeración, la cual pudo ser usada por la tripulación para su soporte vital, que racionaron 177 cc diarios (un poco más de la mitad de capacidad de un biberón), además de jugos de frutas que llevaban. La tripulación se deshidrató y todos perdieron peso: Lovell adelgazó 7 kg y entre los tres perdieron un total de 16 kg, casi un 50% más que cualquier tripulación anterior.

La eliminación del dióxido de carbono fue otro problema importante. Los recipientes que contienen hidróxido de litio, material químico que elimina el dióxido de carbono de la cabina, eran de forma cuadrada en el módulo de comando y redonda en el módulo Lunar, de esta manera no se podían utilizar o intercambiar entre las naves. Un día y medio después del incidente, las luces de advertencia del nivel de contaminación por CO2 avisaron que se estaba llegando a niveles peligrosos. Desde tierra los ingenieros en una reunión idearon y explicaron a los astronautas la forma de adaptar dichos recipientes con bolsas de plástico, cartones, cinta adhesiva y demás material que llevaban a bordo. Otro de los problemas críticos era el realizar un encendido de motores en un momento en el que la Luna se interponía entre la Tierra y la nave e impedía las transmisiones de radio. Dicho encendido de motores era necesario para que la nave aumentara su velocidad, saliera de orbita lunar y enfilara una trayectoria con la suficiente velocidad hacia la Tierra. Normalmente dicha labor la realiza el módulo de comando cuando ya los astronautas han regresado de su exploración en la superficie lunar. Esta labor era un punto de suma importancia y tenía que ser realizada con extrema exactitud, cualquier fallo provocaría que los tripulantes perdieran la trayectoria correcta y nunca regresarían a la Tierra. Por un momento la desazón cundió en el centro de dirección y el director reunió a su equipo y pronunció su famosa frase: -El fracaso no es una opción-, traeremos a esos hombres sanos y salvos. Para suerte de todos, el astronauta Ken Mattingly, que había sido descartado de la misión acudió a los simuladores del centro espacial y después de varias pruebas de ensayo y error logró obtener energía adicional para la etapa de reingreso.

El viaje fue muy incómodo en conjunto por la falta de agua y alimentos. La temperatura bajó hasta los 3 ºC debido al apagado de los sistemas eléctricos, ya que la nave perdió una importante fuente de calor y se formó condensación en todo el interior de la nave. Esto hacía que el dormir fuera prácticamente imposible. Uno de los mayores logros del Centro de Control, fue el rápido desarrollo de procedimientos para re-energizar el módulo de comando después de haber estado desactivado a temperaturas muy bajas y reaccionar favorablemente. Los controladores de vuelo normalmente documentan toda la información en tres meses, pero en esta ocasión lo hicieron en tres días. Las paredes, piso, techo, instrumentos, arneses, cables, paneles de instrumentos, prácticamente todo el interior, estaba cubierto con gotas semi-congeladas de agua. De esta manera cabía la posibilidad de un cortocircuito al momento de energizar la nave, pero no sucedió gracias a las medidas de seguridad que fueron implementadas tras el incendio del Apolo 1 en enero de 1967. Las gotas de agua, al ir desacelerando en la atmósfera, caían e hicieron sentir algo único a los astronautas... el que "lloviera" dentro del módulo de comando.

Faltando cuatro horas para el amerizaje, la tripulación abandonó el módulo lunar; el centro de control insistió en no hacerlo hasta ese momento ante el temor de que existiera algún daño causado por el intenso frío al no estar protegido por sus paneles calefactores. Al separarse la cápsula de reingreso del módulo de comando y todavía acoplada la cápsula al módulo lunar, se pudo apreciar y fotografiar en el módulo de comando. En el lugar donde debería estar el panel faltante y la zona dañada por la explosión se mostraban gravemente afectados (Ver Foto). Entonces cundió el pánico entre los controladores especulando sobre la intergridad del escudo de protección térmica del Módulo de comando, pero era un riesgo que había que correr. Tres horas más tarde, la tripulación amerizó perfectamente en el Océano Pacífico cerca de Samoa, el 17 de abril de 1970 para júbilo del centro espacial y para el mundo.

Después de una intensa investigación, el comité que se formó para ello, identificó la causa de la explosión. En 1965 el módulo de comando había sufrido varias modificaciones para su mejora, las cuales incluían el elevar el voltaje permisible de los calefactores en los tanques de oxígeno de 28 a 65 V de corriente continua. Desafortunadamente los termostatos interruptores de dichos calefactores no fueron modificados para adaptarse al aumento de voltaje. Durante la prueba final en la plataforma de lanzamiento, los calefactores estuvieron encendidos durante mucho tiempo, esto sometió al cableado adyacente a los calefactores a muy altas temperaturas (aprox. 500 ºC) provocando un severo degradado en el aislamiento de teflón. Los termostatos empezaron a operar con 65 V quedando soldados por el voltaje y la temperatura, provocando un cortocircuito.

domingo, 1 de marzo de 2009

LA EXTINCIÓN DE LOS DINOSAURIOS

La desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años se debió al impacto en el territorio de lo que hoy es México de un solo asteroide gigantesco y no de varios, según un informe publicado por el "Boletín de la Sociedad Geológica de EEUU".

La investigación realizada por científicos de la Universidad de Missouri busca echar por tierra otras teorías que señalan que la desaparición de esos enormes animales fue causada por el impacto de varios asteroides.

Ken MacLeod, profesor de geología de la Universidad de Missouri, indicó que la idea de un solo impacto ha sido probada a través del análisis de sedimentos de roca en cinco sitios del océano Atlántico. "La conclusión es clara: un solo impacto, nada más", indicó.

La idea coincide con la de la mayoría de los geólogos que afirman que un asteroide de unos 10 kilómetros de diámetro cayó hace 65,5 millones de años, al término del período Cretáceo, en lo que es ahora la península mexicana de Yucatán. El impacto provocó un cráter de casi 200 kilómetros de diámetro, llamado Chicxulub, y una catástrofe ambiental en todo el mundo. Las rocas y el polvo cubrieron el cielo de la tierra durante años y dieron forma a violentas marejadas, tormentas e incendios forestales que terminaron con los dinosaurios.
.
El desastre también se cobró la vida de otros animales, como los reptiles voladores llamados pterosauros, criaturas marinas y muchas especies que formaban el plancton. Pero muchos pájaros, así como los mamíferos más pequeños, lograron sobrevivir y se convirtieron en los animales dominantes que, en última instancia, serían los antecesores del ser humano.

La teoría de un impacto único surgió hace 30 años cuando un grupo de científicos descubrió iridio en los restos de un meteorito que cayó sobre la faz de la Tierra cuando finalizó el periodo Cretáceo. El iridio es un metal muy raro en la Tierra y el posterior descubrimiento del cráter Chicxulub, que data de la misma era del Cretáceo, fue considerado como la prueba que se necesitaba para fundamentar la teoría.

Pero, también un grupo de investigadores de la Universidad de Princeton sugirió que el impacto que creó el cráter de Chicxulub en realidad antecedió a la desaparición de los dinosaurios en unos 300.000 años y no fue la causa de la extinción de los dinosaurios, con lo cual este tema sigue siendo otro de los misterios sin resolver... de momento.

Mientras tanto, por otro lado, los astrónomos estudian la trayectoria de un asteroide al que han puesto del nombre de Apophis que tiene una posibilidad de 1 entre 45.000 de chocar con la Tierra el 13 de abril de 2036, y que si lo hiciera podría destruir una ciudad o región. De ser cierto, estariamos ante otra posible destrución masiva y esta vez no hay dinosaurios pero estamos los humanos.

Related Posts with Thumbnails

MI MERCADILLO

3e - Fullsize Banner

Gif Imagen 468x60

GIF ofertas exclusivas 468x60